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martes, 19 de noviembre de 2013

Iglesias y Monasterios de Madrid: San Plácido


IGLESIA DEL CONVENTO DE SAN PLÁCIDO

"Hay en Madrid una iglesia,
que de San Plácido llaman,
y al lado un pobre convento
de muy mezquina fachada.

Allí dejadas del mundo,
cifrando en Dios su esperanza
dejó en un tiempo la corte
sus más elegantes damas"



La iglesia ha llegado a nosotros en un perfecto estado de conservación de todas las de su tiempo, podríamos decir que la mejor de Madrid. El estilo es una transición de la última etapa del renacimiento (más bien herreriano), al barroco del siglo XVII.
El monasterio de benedictinas de San Plácido fue fundado en 1623 por la gran dama doña Teresa Valle de la Cerda y Alvarado, que había renunciado a su matrimonio con el poderoso caballero don Jerónimo de Villanueva para ingresar en el convento, siendo nombrada priora y siendo nombrado patrono de la fundación el despechado que no llegó a ser su esposo, que era ministro de Felipe IV.
El templo tuvo como arquitecto al madrileño fray Lorenzo de San Nicolás entre 1655 y 1658. Fue fundado como Monasterio de la Encarnación Benita, de religiosas del orden de San Benito, aunque se le conoció siempre como San Plácido por estar anejo al de San Martín, en donde se veneraba a dicho santo.



El antiguo convento desapareció y en 1903 después de que las últimas monjas se trasladaran a las Salesas Reales, se demolieron distintas dependencias que se encontraban en ruinas, perdiéndose para siempre una capilla con frescos de Ricci y la Sacristía donde se encontraban dos cuadros de Velázquez, el Cristo y una última cena que al día de hoy nadie sabe dónde está. En la parte que da a la calle del pez, se construyó un cine que acabó en un incendio y en 1912 fue reconstruido el convento nuevamente, intentando que se pareciese lo más posible a la antigua casa de Villanueva donde se fundó el monasterio, por el arquitecto Rafaél Martínez Zapatero, siendo declarado en 1943 Monumento Nacional, y no me extraña, pues veamos que nos encontramos dentro de su iglesia, que sí ha llegado hasta nuestros días.





La fachada del convento que da a la calle de San Roque, es una fachada austera, lineal, sin ningún ornamento, solo rota por la puerta de entrada a la iglesia y las rejas forjadas de sus ventanas. Encima del dintel de la puerta, se encuentra un relieve que representa La Anunciación, obra de Manuel Pereira, el elegante escultor portugués que desempeñó casi toda su obra en Madrid. Existía otro relieve en otra puerta que daba a la calle del Pez y que fue demolida con el convento en 1908. También está en la fachada de la calle San Roque dentro de un nicho, una imagen de San Benito, cubierta en la actualidad por unas rejas, obra también de Pereira.

Puerta de acceso a la iglesia con el relieve de Pereira y los escudos



Rejas forjadas en las ventanas del convento



Fachada en la calle de San Roque
Fachada en la calle de San Roque

-->Relieve de la Anunciación encima de la puerta, obra de Manuel Pereira
-->San Benito dentro de un nicho en la fachada, resguardado con rejas, obra de Pereira
 
-->Una vez que entramos a la iglesia, podemos ver cuatro magníficos retablos. El del altar mayor que nos dejará sin aliento, dos a ambos lados de la nave y uno en la Capilla de la Inmaculada. Todos ellos pertenecen a los hermanos Pedro y Jose de la Torre, unos magníficos escultores y arquitectos de la época, siendo Pedro el primer arquitecto que usó en los retablos barrocos las columnas salomónicas. En el retablo de la izquierda, contiene en su centro un lienzo de San Benito y su hermana Santa Escolástica, pintado por Claudio Coello, donde predomina el negro de los hábitos que ocupan tres partes del cuadro, en contraposición del rico colorido de la parte superior que representa la Trinidad, todo un arte de Coello en jugar la luminosidad entre el oscuro y la luz. El resto del retablo se completa con otros cuantos lienzos con representaciones varias.
-->Retablo de Pedro de la Torre con el lienzo de Claudio Coello de San Benito y su hermana Santa Escolástica

-->El retablo de la derecha está dedicado a Santa Gertrudis, un lienzo con más color y belleza que el anterior, pero con menos expresividad del autor y el resto del retablo se completa con otros lienzos del mismo pintor.


Pero lleguemos al retablo del Altar Mayor, el que contiene la joya de la iglesia sin ninguna duda.

Retablo barroco en el Altar Mayor de Pedro de la Torre con el Lienzo de 7 metros
 "El Misterio de la Encarnación", representando la Anunciación, obra maestra de Claudio Coello

Este retablo sirve de marco al gran lienzo de siete metros de Claudio Coello, "El Misterio de la Encarnación", con una técnica de color preciosa, representa la Anunciación. El retablo es monumental, con dos pares de columnas sujetas por una base ornamentada con motivos vegetales, caras de ángeles y filigranas. Entre las columnas las imágenes de San Benito y San Plácido, una a cada lado, también son obra de Pedro de la Torre. En la parte superior sigue la misma ornamentación de filigranas y cuatro angelitos, haciendo la forma de un arco de medio punto, para enmarcar el bellísimo cuadro de Coello que tiene esa forma y que encaja a la perfección en el marco barroco de Pedro de la Torre. Delante de todo ello, una gran Custodia, Camarín o ostensorio, con forma de cubo y coronada por una cúpula perfectamente ornamentada, da profundidad al Altar Mayor, haciendo del conjunto una obra irrepetible. Os aseguro que estar delante de este retablo es para sentarte y disfrutar del arte hasta extasiarte.

El Misterio de la Encarnación, de Claudio Coello, lienzo que preside el retablo del Altar Mayor

Claudio Coello (Madrid, 1642 - Madrid, 20 de abril de 1693), Un artista decisivo e influyente en San Plácido . Fue uno de los principales representantes de la escuela barroca madrileña. Pintó retratos y obras religiosas, siendo un extraordinario compositor de cuadros de altar. Tuvo una intervención destacada en el convento de las Benedictinas de San Plácido de Madrid, pintó tres retablos, de especial relevancia es "El Misterio de la Encarnación" un impresionante lienzo de siete metros que preside el retablo del Altar Mayor. Destacó como pintor de frescos, técnica poco frecuente entre los pintores españoles de su tiempo. Fue admirador de Tiziano, Rubens y Velázquez, a los que estudió, de los cuales fue influenciado. Ocupó el puesto de pintor del rey a la muerte de Carreño de Miranda. 
Coello fue un pintor barroco español, influido por muchos otros artistas, Nacido en Madrid, en el seno de una familia humilde de origen portugués. Su padre, que era broncista, lo llevó al taller de Francisco Ricci, pintor de la escuela madrileña, para que le enseñara la técnica del dibujo y poder usarlo luego en su trabajo como broncista. Pero sus cualidades para la pintura hicieron que continuara su aprendizaje como pintor.
 Con Ricci aprendió el lenguaje del barroco decorativo, basado en una concepción dinámica y escenográfica, con gran riqueza de color y una ejecución suelta y vibrante. Más tarde viajó a Italia, recibiendo el influjo de los pintores italianos de la época, como se percibe en su primer lienzo conocido, Jesús a la puerta del Templo. 

La pintura de Coello -según los especialistas- presenta un espléndido colorismo, aprendido durante su estancia en Italia y a través del estudio de los venecianos. Recibió, además, la influencia de Rubens y de Velázquez, a quien debe su especial habilidad para captar la atmósfera y la perspectiva espacial. Sus composiciones se caracterizan por la presencia de un gran número de personajes. En su producción destaca la pintura religiosa y las decoraciones murales y, a partir de 1683, cuando es nombrado pintor del Rey, realizará numerosos retratos, en especial de Carlos II.
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Cúpula y pechinas pintadas por Francisco Ricci



La cúpula no tiene tambor, tiene forma de media naranja y sus frescos fueron pintados por Francisco Ricci, al igual que los pilares del crucero. La cúpula está dividida en ocho sectores decorados con las cruces de las Ordenes de Alcántara, San Juan, Calatrava, San Mauricio, Avis, San Esteban, Cristo y Montesa. Las pechinas están adornadas con grandes medallones con las figuras de cuatro Santas Benedictinas: Santa Juliana, Santa Francisca Romana, Santa Isabel Abadesa y Santa Hildegarda. También cuatro rectángulos que no se ven apenas en los pilares del crucero, que representan a San Ildefonso, San Anselmo, San Ruperto y San Bernardo, que son los mismos santos que representan las imágenes que se alojan en hornacinas de los pilares que esculpió Pereira.





A ambos lados del crucero se encuentran dos cuadros del siglo XVIII muy oscuros, Nuestra Señora de Atocha y la Virgen del Milagro, los dos obra de Meléndez.

Otro de las grandes obras que atesora San Plácido, es el Cristo yacente de Gregorio Fernández, una verdadera joya del barroco que ha llegado hasta nosotros en perfecto estado de conservación. Una obra preciosa de la que puede enorgullecerse este convento.

Cristo Yacente, obra de Gregorio Fernández

Pero sin duda, la obra de mayor embergadura que estuvo en este convento, es el cuadro del Cristo de Velázquez, tal y como os conté antes. No hay documentación que demuestre si realmente fue regalado por Felipe IV o si fue Jerónimo de Villanueva el que lo mandó pintar, pero sea como fuese, el cuadro estuvo casi doscientos años en la Sacristía de la iglesia, hasta que por motivos que no están muy claros, acabó en poder de Manuel Godoy y más tarde fue a parar al Museo del Prado. Desde luego que debería de seguir en el convento para el que fue pintado, pero no seré yo el que ponga en un compromiso a los altos cargos de la pinacoteca para deshacerse de tan magnífica obra de arte. Ese cuadro oscuro y pintado a conciencia para las sombras de San Plácido, debería seguir en su lugar de origen

Cristo de Velázquez, cuadro que estuvo en la Sacristía del convento durante casi 200 años



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